Retomamos la crónica del Festival de Sitges, he aquí la segunda y última parte.

Sitges, día 5: Doncellas y aliens rusos

https://www.youtube.com/watch?v=VEonrS5JiWU  

Martes 11. Este día fue un buen ejemplo de los tres pilares que conforman el festival; el primero, los estrenos de primer orden, grandes películas con sobrada proyección internacional; el segundo, películas de géneros menos comerciales y el tercero ciclos temáticos que nos traen películas desconocidas o que vuelven a las salas de cine tras mucho tiempo relegadas a filmotecas y cineclubs.

De todas las películas proyectadas de estreno en el festival, hay dos que se han aposentado en la categoría de obras maestras. Una fue proyectada el martes 11 y su título es The Handmaiden, la otra… llegaría poco después como el plato fuerte del festival.

The Handmaiden es un alegato feminista en tres partes. De entrada, quitemos de la conversación los aspectos técnicos. La cinematografía, el uso del sonido o el vestuario son excelentes y se arrodillan ante la trama, en todo momento buscan acompañar y no anteponerse a la historia que se nos quiere contar: la historia de una joven ladronzuela coreana en los años 30 a la que un estafador convence para que sea su compinche, se tendrá que hacer pasar por la criada de la hija de un anciano burgués con el fin de convencerla para que se case con el susodicho estafador y así conseguir su fortuna. Mediante un atípico triángulo amoroso se pondrá en jaque al espectador, mostrando los entresijos de diferentes planes ocultos, todos ellos basados en mentiras y engaños que lo son tanto como para los personajes como para la audiencia. Películas de este estilo hay unas cuantas, esas que te hacen dudar constantemente entre lo que es real y lo que no, quién dice la verdad y quién miente, pero esta se diferencia de ellas en un concepto clave; así como Scorsese en Shutter Island o Nolan en todas sus películas utilizan esto como un mero truco efectista, Park Chan-Wook construye un discurso con fuerte significado social, y no sólo eso, es la construcción de todos y cada uno de los personajes, haciéndolos redondos, complejos, profundos y al fin y al cabo, humanos, lo que arraiga todo este paralelismo con la vida moderna, con la situación de la mujer en nuestro día. Es mejor no entrar en mucho detalle sobre cómo se desarrolla esta idea durante la película ni sobre qué personaje se posiciona dónde, ya que parte del impacto reside en estos giros argumentales constantes; por lo tanto sólo cabe añadir lo vitalista, enérgica e inspiradora que resulta la película, una historia necesaria.

Vamos con la segunda categoría, en parte hilada con la primera en este caso; Sitges ama lo asiático y en particular la animación, por lo tanto si ya ciertos medios empiezan a hablar de Makoto Shinkai como el nuevo Miyazaki es lógico que tenga un lugar en la parrilla con su nueva película Your Name. Como pasó con The Anthem of the Heart, cabe comentar que propone una visión del amor menos Disney, menos Hollywood, no tan idealizada ni naíf, más cercana, humana y con ello más impactante. No es un amor fácil que supera todos los obstáculos sin aprender, es un amor que cuando supera esos obstáculos madura, crece y se hace más fuerte. Además la historia de chico conoce a chica, él de ciudad y ella de pueblo, permite ahondar en esta diferencia extrema de ambos estilos de vida, una temática que también ha tanteado el otro gran relevo generacional de la animación japonesa Mamoru Hosoda (Wolf Children y El Niño y la Bestia).

En la tercera categoría, ciclos de reposiciones, le tocaba el turno al evento Red Planet Marx, un repaso por la ciencia ficción soviética desde finales de los 50 hasta finales de los 70. Este ciclo ha sido una experiencia interesantísima, como comentábamos en líneas anteriores, es renovador encontrar formas diferentes de contar historias y que se alejan del corriente principal de las grandes majors norteamericanas. Muchas de estas películas son joyas que han influido en enorme medida a la construcción del imaginario de la ciencia ficción espacial, sin ellas no habría 2001: Una Odisea del Espacio, no habría Alien y habrían más robots que luchan contra la esclavitud del hombre. Brillante. La primera de estas películas, y quizá la más simpática de todas, fue Planeta Bur, una desenfadada historia de aventuras espaciales al más puro estilo pulp, con señores disfrazados de dinosaurios torpes, con monstruos de marioneta y chistes viejunos. La película tiene un entusiasmo contagioso, una conquista del espacio con una sonrisa, como quien extiende una buena nueva. Hizo las delicias de todos los allí presentes, una proyección hermanadora.

Sitges, día 6: Carne fresca

https://www.youtube.com/watch?v=3_vzIgZ99M8  

Miércoles 12. Será el aislamiento en el espacio, ver las mismas caras en la tripulación de la nave día tras día, sobrellevando peligros, ayudándose mutuamente, lo que genera esa sensación de hermandad. Aquello que veíamos en las películas del ciclo de ciencia ficción espacial soviética lo vimos también en la proyección de Star Trek: La Película de Robert Wise, tras la entrega del premio honorífico Màquina del Temps a uno de sus intérpretes (Walter Koenig) y siendo el motto del festival, aquella proyección desprendía un ambiente festivo, expectante, y en definitiva trekkie. Lo que se proyectó era la versión del director y por ello salieron a presentarla dos de sus impulsores y productores: David C. Fein y Michael Matessino. Con un total de 90 escenas nuevas, algunas generadas por ordenador y estrenada en 2001 bajo la supervisión del director original, la película sigue siendo atemporal. Se genera un debate interesante si comparamos el reboot que se le ha hecho a la franquicia Star Trek con las nuevas de J. J. Abrams con el reboot de Godzilla. Esa concepción occidental de que el género de aventuras tiene que mostrar acción a raudales, escenas trepidantes de planos imposibles, flares y efectos especiales contrasta tanto con la propuesta japonesa de Shin Gojira como con la raíz de ambas piezas originales. Abierto queda el debate.

Y para muestra, un botón, un botón mexicano llamado Tenemos la Carne. ¡Qué fantástica experiencia! ¡Qué manera de narrar e impactar por igual! No pensará lo mismo la gente que iba abandonando la sala como un goteo constante, precisamente esa gota que colmó el vaso de muchos fue de menstruación sobre la cara de uno de los protagonistas, ya que en la peli hay regla, semen, pollas, coños, sexo explícito y suciedad, mucha mucha suciedad. Quienes se quedaron hasta el final, quienes hicieron ese salto de fe, vieron que lo que propone este joven director a sus espectadores es muy similar a lo que propone el perturbado a sus protagonistas: cuestionaos lo que os han dicho hasta ahora sobre lo correcto y lo incorrecto. En este juego de tentaciones la puesta en escena se crece, continuamente personajes mirando a cámara, continuamente travellings de acercamiento, continuamente en espacios que se van estrechando y estrechando, que se construyen tanto a base de madera y cinta adhesiva como de nuestra curiosidad. Y una vez aceptamos el juego, llegamos a la locura, a una zona en la que no hemos estado antes, colores altamente contrastados, planos de rotación circular, montaje frenético, música envolvente y cautivadora. Toda esta hipnosis a la que nos somete, tanto a los espectadores como a los protagonistas, es fresca, medida, elegante y en su momento último, llena de significado. Tenemos la Carne es fantástica.

Rob Zombie fue una de las estrellas más esperadas del festival, con una base de fans considerable. El Auditori se llenó hasta los topes para ver en primicia su última película, 31. El filme trata de un grupo de teatro ambulante que recorre el medio oeste estadounidense en una furgo, son como una familia, desafortunadamente para ellos, llegan a un pueblo donde una vez al año se organiza una especie de ritual de supervivencia en una mansión llena de maníacos de la que intentarán salir con vida. Desafortunadamente para nosotros, la película pierde toda su gracia una vez se encuentran con las primeras pruebas dentro de esa mansión. Entre el gore, la acción y la comedia punkarra se mueve Rob Zombie, y si bien hay que reconocerle un mérito a la hora de crear personajes perturbados, se pierde todo el interés cuando el tercer enfrentamiento es igual al segundo, al primero y a todos los que vendrán después. Incluso en el final, donde se abrían gran cantidad de oportunidades para hacer girar la película, la trama sigue por una línea recta, como si de la carretera en el desierto se tratara.

Sitges, día 7: Hardcore Ikarie 

 

Jueves 13. El día empezó flojo, el controvertido escritor Dennis Cooper codirigió en 2015 junto a Zac Farley una película de cinco segmentos llamada Like Cattle Towards Glow, al igual que sus novelas, los temas alrededor de los cuales orbita son la depresión, la homosexualidad, el rechazo y las drogas. Al no haber más hilo conductor entre los segmentos que la temática, resulta una obra heterogénea y de contrastes. En la primera historia un joven paga a otro para acostarse con él mientras finge estar muerto, en la segunda un cantante es violado durante un espectáculo mientras interpreta un tema acerca de su tormentosa vida sexual, el tercero habla de la belleza efímera. Los dos últimos son los que más destacan y es precisamente porque se alejan del estilo plano-contraplano en espacios cotidianos, en estos hay una puesta en escena más trabajada, cobrando peso elementos como el vestuario (dos adolescentes anarquistas deciden huir de la sociedad y vivir llevando disfraces de monstruos peludos) o los movimientos de cámara (una mujer en una sala de mando controla un dron que sigue a un joven hasta una fábrica abandonada). Pese a que la factura de la película es ajustada, el mayor problema reside en el discurso nocivo y sesgado que transmite, ese pesimismo extremo que no sirve ni como ensayo sobre la depresión por estar falto de matices y profundidad. Una propuesta inmadura y poco dialogante.

Siguiendo el ciclo Red Planet Marx, Sitges trajo la checoslovaca Ikarie XB-1  de Jindřich Polák, una auténtica perla, precursora en el género del terror espacial. Kubrick pasó su vida entera negando haberse inspirado en esta película al rodar 2001, pero muchos de sus ayudantes desmintieron este hecho, afirmando que les ponía escenas de la película y les pedía que reprodujeran aquello mismo. El paralelismo es innegable, hay planos idénticos. Más allá de eso, la película atrapa y mantiene en una tensión constante. Empieza con un flashforward, uno de los tripulantes saboteando la nave colérico mientras el resto lo observan atónitos, cómo se llega a esa locura y qué harán el resto de pasajeros para evitarlo mientras se aproximan a los planetas de Alpha Centauri en busca de vida resulta apasionante.

Y apasionante es el mayor bombazo de acción que ha habido en esta edición del festival, Hardcore Henry. Parkour, disparos, artes marciales, superpoderes ¿en qué pensáis cuando hablamos de acción en primera persona? Pues en todo esto y en muchísimo más, la película está plagada de comedia, la trama principal es algo más que un pretexto para el uso de esta puesta en escena. Hardcore Henry es una locura, una peli dedicada a todos esos gamers que alternan videos de counter-strike 360º no scope MLG Doritos con ultimate russian people fighting compilation, lo que diferencia a esta película de las demás es que todo esto lo hace BIEN. Todas las coreografías son impresionantes, el despliegue creativo para generar situaciones, escenarios, armas y chistes parece no terminar jamás. A esto se le suma un magnífico uso del ritmo, y es en las partes de calma donde se demuestra la maestría, cuando el director entiende que no ha de saturar y nos introduce una escena cómica y estática. Si Ilya Naishuller ya se pasó el nivel de los videoclips en Youtube con Bad Motherfucker, ahora podemos decir que se ha pasado el nivel de llevar la primera persona al cine.

Sitges, día 8: Terror de Neón

 

Viernes 14. Sí, como lo oyes: la mejor película del festival. The Neon Demon es la belleza llevada al extremo, un bombardeo sensorial no apto para los afiliados al club de Stendhal. Sabedores de esto, la organización del festival la proyectó hasta cuatro veces en distintas sesiones, todas en horarios privilegiados. La música es uno de los grandes protagonistas de la película, la banda sonora es una auténtica obra de arte, magnética y cautivadora, junto con la fotografía, que lleva el uso de la luz a un nuevo nivel dentro de la narrativa del genio danés. La trama es sencilla, nada demasiado rebuscado, una chica joven que llega a Hollywood para ser modelo y deslumbra a los mandamases de la moda con su belleza. Eso despertará el odio y la envidia de sus compañeras. El comedido giro que hace el guión hacia el fantástico tampoco es nada que pretenda destacar demasiado, sino reforzar esta tesis sobre la belleza absoluta y lo que provoca a quienes la experimentan. Sobresalientes todos los intérpretes, en especial la ecléctica Jena Malone que parece no conseguir nunca papeles protagonistas a la altura de sus capacidades. Desafortunadamente Nicolas no pudo venir a presentar su película, ni tampoco la reposición que suele proponer.

El año pasado esa reposición fue la soberbia Adiós Tio Tom, el shockumentary que Refn se había encargado de abanderar debido a la controversia que generaba. Este año optó por una película menos política, una historieta pulp llamada Terror en el Espacio, un clásico del terror de serie B que consigue generar mal rollo con algún que otro giro propio de los relatos de la Twilight Zone. También parece que la moderna Prometheus de Ridley Scott ha aprovechado bastante del imaginario que propone, hay un par de escenas que parecen calcos. La película trata de una pequeña flota de naves espaciales que aterriza en un planeta deshabitado siguiendo una señal de emergencia, esta señal resulta ser de una especie alienígena que se ha visto forzada a introducirse y controlar otros organismos mediante el sonido. Una temática de invasores de cuerpos con la que tendrán que lidiar también los protagonistas de la última proyección del ciclo Red Planet Marx de la que hablaremos a continuación.

Test Pilota Pirxa, la más moderna de todas las proyecciones soviéticas del festival y, junto con Ikarie XB-1, una de las menos políticas. Si Terror en el Espacio era un encuentra el alienígena infiltrado, esta película era un encuentra el androide infiltrado. Al comandante Pirx, un cosmonauta de un futuro próximo, se le encarga hacer un viaje entre los anillos de Saturno acompañado de una tripulación de desconocidos. La empresa que le encarga el trabajo se dedica a manufacturar androides que imitan el aspecto y el comportamiento humano a la perfección y pretenden con esto demostrar la fiabilidad de sus productos, haciendo que sea imposible distinguirlos de un ser humano convencional. En este juego de mentiras el protagonista tendrá que descubrir qué miembro de la tripulación es un impostor para salvar la vida y volver a casa. Pese a que la primera mitad del film tiene un tono noir bastante impostado, sin generar ningún tipo de tensión porque no se han desarrollado relaciones entre personajes ni se ha definido exactamente la personalidad de ninguno de ellos, una vez en el espacio la cosa se pone interesante, se convierte en una especie de partida de ajedrez muy bien escrita y muy bien filmada. No es ninguna obra maestra pero fue una grata sorpresa.

Sitges, día 9: This is the End

 

Sábado 15. El broche final al festival, el último día de competición antes de las maratones del domingo. ¡Oh, qué largo el camino y cuánto hemos visto hasta ahora! se podría volver a tirar de coletilla y decir que lo mejor estaba por llegar pero… un momento, lo mejor estaba por llegar.

Y no, no fue el docu de Malick Voyage of Time, esta oda al planeta Tierra y a las madres como sinónimo de vida, de génesis, de esperanza. Si la voz en off de Cate Blanchet hubiera recitado sólo las líneas finales y las imágenes las encontráramos en nuestro timeline de Facebook, podríamos pensar que estamos ante otro video de Playground. Y no lo digo en el mal sentido: es innegable que las imágenes que Terrence Malick nos trae son bellísimas, que el documental posee un ritmo majestuoso y que ciertos contrastes de montajes están llenos de significado e invitan a la reflexión. Pero este mantra constante de la misma información, volviendo a la misma idea una y otra vez como un planeta en órbita juega poco a favor del concepto de creatividad y frescura que a veces parece tantear la película. Parece como si cupiera esperar algo más, ya sea de fondo o de forma.

Lamentablemente tampoco fue la nueva comedia de Kevin Smith Yoga Hosers con su hija y la de Johnny Depp como protagonistas. Todo eran chistes malos sobre Canadá, sobre el Instagram y sobre mini bratwursts nazis que quieren dominar el mundo; sí, sí, mini bratwursts nazis que quieren dominar el mundo, con lo divertido que parece ¿verdad? pues no, muy mal llevada, repleta de gags bobalicones extendidos hasta la saciedad. Lo único que se salva es la introducción de personajes al estilo Scott Pilgrim, pero lo que allí era una grata sorpresa usada en su justa medida aquí es una constante que acaba por entorpecer la trama.

Y lo mejor llegó, en forma de adaptación de Kafka y bajo el nombre de Artist of Fasting. Se podrían escribir páginas y páginas sobre la vida y obra de Masao Adachi, y es inteligente hablar de él antes de entrar en la obra, de manera muy resumida, Adachi es un guionista y director principalmente activo en los 60 y 70, vinculado a movimientos de izquierda radical que un día decidió dejarlo todo y unirse al Ejército Rojo Japonés, una grupo armado comunista formado en el Líbano. Allí pasó 28 años de su vida, conoció a su mujer y posteriormente fue encarcelado y deportado de vuelta a Japón. Hoy en día, Adachi se siente encarcelado en libertad, su celda no está hecha de barrotes de hierro sino de trabas legales y burocráticas que le impiden tomar parte en aquello en lo que cree. Está enjaulado como el artista del hambre, al que ya no le queda más forma de protestar que el ayuno y el silencio. Tan sencilla como esta es la premisa de la película, un hombre que se sienta en una calle en silencio, tan sencillo resulta su acto como llamativo, “el hombre que no come ni habla no tiene lugar en la sociedad”. ¿Acaso es el único que no tiene lugar en esta sociedad? veremos a lo largo de la trama como la gente que se congrega alrededor suyo representa cada uno una reacción ante este desafío. Los hay quien lo ignoran, los hay quien lo veneran, los hay quien lo intentan matar y los hay quien intentan ganar dinero gracias a él. Poco a poco, uno a uno, Adachi va desgranando los estamentos de la sociedad y los pone en fila, a conversar con su artista del hambre, y así hace un repaso desde los fariseos del gremio del show business hasta los ataques a Charlie Hebdo, pasando por la religión, el patriarcado y la figura de la mujer, el ejército, los medios de comunicación, y el capital.

Esta película hace que cualquier manifestación multitudinaria parezca un murmullo. Esto es un grito de auxilio, un grito en los labios de un artista del hambre que guarda silencio.

Y Sitges terminó.


¡Qué no! ¡Qué falta el palmarés! Este año los miembros del jurado han sido bastante conservadores, y por ello el palmarés ha sido un reparto de premios bastante homogéneo, sin grandes sorpresas y que deja a todas las películas importantes con un premio u otro.

SECCIÓN OFICIAL

– Mejor Película: Swiss Army Man, de Daniels (Daniel Kwan y Daniel Scheinert)

– Premio Especial del Jurado: La Autopsia de Jane Doe (The Autopsy of Jane Doe), de André Ovredal

– Mejor Dirección: Yeong Sang-ho, por Train to Busan

– Mejor Interpretación Femenina: Sennia Nanua, por Melanie. The Girl with all the Gifts

– Mejor Interpretación Masculina: Daniel Radcliffe, por Swiss Army Man

– Mejor Guión: Jeremy Slater, por Pet

– Mejores Efectos Especiales: Jung Hwang-su, por Train to Busan

– Mejor Fotografía: Hong Kyung-pyo, por El Extraño (The Wailing)

– Gran Premio del Público: La Doncella (The Handmaiden), de Park Chan-wook

– Premio José Luis Guarner (Jurado de la Crítica): The Neon Demon, de Nicolas Winding Refn

– Premio Citizen Kane a la mejor dirección novel: Julia Ducournau, por Grave (Crudo)

– Premio Jurado Carnet Jove a la Mejor Película: Grave (Crudo), de Julia Ducournau

– Méliès d’Argent. Premio Mejor Película Europea SOFC 49: Grave (Crudo), de Julia Ducournau

CATEGORÍAS PARALELAS

– Noves Visions One: Under the Shadow, de Babak Anvari

– Noves Visions Plus: A Dragon Arrives, de Mani Haghighi

– Mejor Cortometraje Sección Oficial Fantàstic: Curve, de Tim Egan

– Premio Mejor Cortometraje Noves Visions Pequeño Formato: La Femme et le TGV, de Timo Von Gunten

– Panorama Fantàstic: I am Not a Serial Killer, de Billy O’Brien

– Òrbita: Lo Chiamavano Jeeg Robot de Gabriele Mainetti

– Focus Àsia: El Extraño (The Wailing) de Na Hong-jin

– Mejor película Anima’t: Your Name, de Makoto Shinkai

– Mejor cortometraje: Darrel, de Marc Briones y Alan Carabantes

– Midnight X-Treme: It Stains the Sands Red, de Colin Minihan

– Brigadoon: Arcana, de Jerónimo Rocha

– Méliès d’Argent. Premio Mejor Cortometraje Europeo SOFC 49: Dawn of the Deaf de Rob Savage

– Blood Window: 1974, de Víctor Dryere

Sitges echa el cierre, todos vamos volviendo a la vida real poco a poco y vamos despertando de este bonito sueño que duró semana y media. Sitges es un festival que genera, genera experiencias, amistades, controversia, recuerdos. Durante el festival, comparando esta edición con las anteriores, parecía que era un año flojo, que habían menos películas espectaculares, de aquellas de las que la gente no para de hablar entre sesión y sesión. Pero con un mes de descanso a las espaldas, con la perspectiva que da el tiempo, cabe afirmar que este Sitges ha dejado huella, sea la del robot de Colossal, la del entrañable Godzilla, la de los tacones de la modelo de The Neon Demon o la huella prácticamente invisible del artista del hambre.

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