Sea fever

El océano siempre ha escondido fascinantes misterios que han atraído de forma irrefrenable la atracción del hombre. En el cine de terror estos misterios suelen terminar por convertirse en temibles criaturas que no están dispuestas a que una nueva especie ocupe su lugar en la gran inmensidad azul. Por ello, resulta tremendamente gratificante que Sea Fever apueste por discurrir dentro de los tópicos del género, pero a la vez se arriesgue a introducir una fascinante capa de reflexión sobre el distanciamiento social y nuestra forma de interactuar con lo desconocido.

Sea Fever narra las desventuras de un pequeño barco pesquero que, como era de esperar, queda a merced de una desconocida criatura submarina cuando intenta pescar en una zona restringida. Bajo esta manida premisa se esconden todas las limitaciones habituales en este tipo de historias: pocos personajes, escasas localizaciones y una reducción considerable del factor sorpresa. Durante los primeros compases parece que la película está destinada a convertirse una más del montón, donde el guion estará centrado en la lucha contra un monstruo submarino prácticamente indestructible, sin embargo, es en su segunda mitad tiene lugar un giro en los acontecimientos que inmediatamente nos remite a La Cosa de John Carpenter.

Sin grandes alardes técnicos y con una factura visual bastante discreta, Neasa Hardiman saca el máximo partido a todas las ocasiones en las que la cámara tiene oportunidad de sumergirse en las profundidades del océano y mostrarnos toda su belleza oculta. Las escenas que transcurren en el interior del barco lastran el ritmo, resultando en muchas ocasiones excesivamente tópicas y genéricas, sin embargo, todo es compensando cuando la película tiene la oportunidad de desplegar las alas y mostrarnos su faceta más naturalista. El marcado mensaje ecologista que la propia Hardiman plasma en su guion, refuerza aún más las reflexiones sobre nuestra relación con el entorno que poco a poco van siendo diseminadas de manera sutil e inteligente a lo largo del metraje.

Entre un reparto repleto de actuaciones correctas, destaca una maravillosa Hermione Corfield, quien logra aportar una inmensa cantidad de detalles a su personaje desde su primera aparición en pantalla. El espectador es capaz en los escasos 90 minutos de metraje de sentir como su personaje evoluciona hacia una dirección que resulta realmente convincente. Su actuación durante los instantes finales de la historia es una síntesis perfecta de todo lo que nos quiere contar la película.

En resumen, Sea Fever ofrece una experiencia altamente recomendable para aquellos que disfruten del terror submarino. Su pausado ritmo en ningún momento termina resultado aburrido y las escenas rodadas bajo el agua son de una belleza digna de ser contemplada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.